viernes, 8 de junio de 2012


Esta marca mía no es un rasguño en medio de la frente
me he quedado sin dos de mis ojos,
mujer cíclope que se hunde en el pantano de lo ignoto
soy una niña de siete años que corre por las calles con los ojos tiesos
temblorosos de un soliloquio hecho pedacitos
descanse en paz esa zapatilla bordada por mi temblorosa madre
descanse en paz mi lúgubre ansia de galaxia
(Me gustaban los aguacates y jugar con la tierra
volver arañas a mis gatos tísicos
trenzar de un golpe el bordón de mis fantasmas)

mamá dice que él es mi padre
papá dice que ella es mi madre
la encuesta ha revelado que los candidatos prefieren quedarse sin derecho al juego sucio
al mantra inequívoco de los abrazos.


mamá no sabe el embrollo en el que estoy metida
(cuando el tribunal de mis demonios le trasquile el páncreas
estaré lista para susurrarle todas las raíces de mi grito)
papá no sabe que mamá no sabe que no me gusta el helado de fresa
(pero cuánto daría Taibele por tener la codicia tibia de un pastel de zanahoria)
ellos se besan los pies leen la palabra de Jesús
duermen temprano
son ciudadanos ejemplares
tienen vicios innecesarios
tienen carencias inoportunas
les molestan los aviones y han ganado el nobel al absurdo:
son los mejores arquitectos de lo invisible
pecan poco y les molesta el humo de los cigarrillos

Soy una niña
tengo siete años y aúllo entre las flores de mi estepa
trino y llanto en mi propia pompa fúnebre

rezo por no tener que separarme de mis piernas
por no volverme drogadicta o prostituta o pordiosera o asesina en serie
(solía ser una niña y me marcaron con sus hierros)
las líneas de mis manos las llevo amortajadas
me derrumbo tras la puerta he escuchado todo
mamá promete no regresar
papá promete tirar sus cigarrillos
yo prometo llorar en silencio hasta que se me sequen los ojos
(terminó el tiempo extra, tomen todos sus ausencias
váyanse a volar con otras alas)
que crezca la niña sentada al borde del espejo
los siete años de Caín sobre mis párpados

que crezca el jolgorio de los buitres
que crezca por quinta vez el río de mis arterias
y que entre el otoño de mi propia muerte
deje de fingir que tengo un grito jeroglífico
vuelva a ser la mujer de azúcar
mujer espantapájaros
capicúa eterna de cada una de mis ramas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario